Una Mujer está Sola
Autora: Aída Cartagena
Una mujer está sola. Sola con su estatura.
Con los ojos abiertos. Con los brazos abiertos.
Con el corazón abierto como un silencio ancho.
Espera en la desesperada y desesperante noche
sin perder la esperanza.
Piensa que está en el bajel almirante
con la luz más triste de la creación
Ya izó velas y se dejó llevar por el viento del Norte
con la figura acelerada ante los ojos del amor.
Una mujer está sola. Sujetando con sus sueños sus sueños,
los sueños que le restan y todo el cielo de Antillas.
Seria y callada frente al mundo que es una piedra humana,
móvil, a la deriva, perdido el sentido
de la palabra propia, de su palabra inútil.
Una mujer está sola. Piensa que ahora todo es nada
y nadie dice nada de la fiesta o el luto
de la sangre que salta, de la sangre que corre,
de la sangre que gesta o muere en la muerte.
Nadie se adelanta ofreciéndole un traje
para vestir una voz que desnuda solloza deletreándose.
Una mujer está sola. Siente, y su verdad se ahoga
en pensamientos que traducen lo hermoso de la rosa,
de la estrella, del amor, del hombre y de Dios.
_____________________________________
TODO INCLUIDO
Por Soledad Álvarez
Santo Domingo encanta a los desprevenidos
tiene un azul obstinado
una fragancia
muchedumbre de palmeras
pórticos como danzantes.
The great escape dicen los turistas
en las noches de azogue del malecón.
De oferta a cuerpo
en el pudridero de los arrecifes
la negra de pechos desbordados
el adolescente de pecho indefinido
mendicantes malabaristas
cada uno con su pedazo de sueño en el bolsillo
con la botija de sonajas y caracoles muertos
ensartados para la ceremonia y el trueque.
Esta es la ciudad azul azul.
Que vengan los que den más
a golpe de cálculos hemos aprendido a saciar
sus apetitos.
Para unos las fuentes y los jardines
el cundeamor dorado y el moriviví
que crece sin presentimientos.
Para otros la botella de cocuyos recogidos en los
caminos del amanecer
monumentos y retablos sombríos.
Que nadie dude de nuestros dones
ni de la fortuna de este presente ciego.
Hemos dejado atrás agravios y deslealtades
nada recordamos
y los días por venir importan menos que un puñado
de cenizas.
Vivamos.
Esta es la ciudad azul azul
y estos son los fastos de su muerte.
Explicación precisa
Por Francisco Morales Santos
Mi vida son historias de pueblo trasplantado
pueblo al que le cortaron de tajo
el cordón umbilical con insolencia.
Son ficciones basadas en recortes
de cartas coloniales
y crónicas sangrientas.
Mi vida son historias
de población desarbolada
en mil e cuatro cientos noventa y dos,
año sin gracia, por lo mismo.
Mi vida hasta el presente
son historias de mando y resistencia,
grito y miedo,
rebeliones y muertes,
mucha muerte:
poblaciones enteras en las que cada día
se han practicado formas distintas de matar.
Mi vida son historias
de pueblo construido en la punta del olvido.
Pueblo éste al que le obligaron
a hablar siempre en voz baja
y en castilla, ‘para su beneficio’.
Pueblo alineado para las procesiones
de una fe que se guarda en alcancías,
ayunos y ceremonias votivas
o para los desfiles
donde la espada luce su filo,
sus alcances,
sus malas intenciones.
Mi vida son historias que se tornan pestes,
sombrías descripciones
de viejos generales cuya altivez declama
escarmiento
y sólo escarmiento,
mientras tienen noticias
sobre lo último en formas de tortura.
Historias. Sólo historias
que se vienen prendiendo de los labios
y que en los corazones de los endebles
crecen como gusanos.
HAY BESOS
Por Gabriela Mistral
Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.
Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.
Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.
Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.
Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.
Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.
Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.
Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.
Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien son besos míos
inventados por mí, para tu boca.
Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.
¿Te acuerdas del primero...? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.
¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos... vibró un beso,
y qué viste después...? Sangre en mis labios.
Yo te enseñé a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.
No cabe duda. Ésta es mi casa
aquí sucedo, aquí
me engaño inmensamente.
Ésta es mi casa detenida en el tiempo.
Llega el otoño y me defiende,
la primavera y me condena.
Tengo millones de huéspedes
que ríen y comen,
copulan y duermen,
juegan y piensan,
millones de huéspedes que se aburren
y tienen pesadillas y ataques de nervios.
No cabe duda. Ésta es mi casa.
Todos los perros y campanarios
pasan frente a ella.
Pero a mi casa la azotan los rayos
y un día se va a partir en dos.
Y yo no sabré dónde guarecerme
porque todas las puertas dan afuera del mundo.
aquí sucedo, aquí
me engaño inmensamente.
Ésta es mi casa detenida en el tiempo.
Llega el otoño y me defiende,
la primavera y me condena.
Tengo millones de huéspedes
que ríen y comen,
copulan y duermen,
juegan y piensan,
millones de huéspedes que se aburren
y tienen pesadillas y ataques de nervios.
No cabe duda. Ésta es mi casa.
Todos los perros y campanarios
pasan frente a ella.
Pero a mi casa la azotan los rayos
y un día se va a partir en dos.
Y yo no sabré dónde guarecerme
porque todas las puertas dan afuera del mundo.
.............................................
REPOSO
Por Blanca Wiethüchter
Entro en mi casa
y me alojo en su centro
esperando la temperatura
que enmudece los ruidos inútiles.
En un andar del silencio
comienza el mundo
en un olor a fuego
en una hoja
en un cambio de sábanas
en una gana de hacer cosas
no siempre precisas.
Ya no soy la misma
y mis pasos en la voz
resuenan más oscuros.
Otro es el sol que arde
en los crepúsculos que contemplo
viajera inmóvil
pienso
sólo quiero cuidar de lo vivo
y tener luz
para él
y mis niñas.
*
Me he muerto a mí misma
y eso me conmueve sobremanera.
Volver a preparar mi desaparición
me consuela y me desgasta.
Pero puedo seguir la curva de mi brazo
lo que me da la medida de mi soledad
y puedo morderme el vientre de nuevo
lo que enciende el sumidero
en el que temo caer para siempre.
Amo este mi cuerpo árido
sin solicitud, con avaricia
mi negro hombro infantil
que se desplaza según el cielo
que diseña todo invierno.
(No conozco otra estación que el despojo.)
Todavía no me interrogo
sobre lo que significa para mí
esta nueva derrota en mi historia.
Me pregunto cuántas veces aún
tendré que ofrecer mi cuerpo
para cambiar de nombre
y llamarme solamente a mí
con mi claridad desamparada
y mi oculta herida sin balanza.
Me pienso a veces
con el orgullo de una estrella
y alguien en mí se mofa del algodón
con un canto de sirena entre los senos
no entiende nada de las hormigas
ni del placer de mirarse morir
matando lo harto que todavía hay en mí
de niña tierna y maternal.
Pocos son los que comprenden el fuego que se está quemando
y que puedo morir de verdad morir de verdad
sin un signo de locura.
La aguja del corazón (fragmentos)
Por William de Witt Snodgrass
Finales de Abril y tú tienes tres años; hoy
plantamos tu jardín en el patio.
Para prevenir que perros realengos por la noche
y los túneles de los topos, dañen tus juegos,
cuatro delgados palos hacen guardia
levantando su delgado hilo.
Pero fuiste la primera en demolerlo.
Y después de batir bien la tierra
trajiste tu regadera para ahogar
a la tierra y a nosotros con ella. Pero estas semillas mezcladas
están metidas con leve marga en firmes filas.
Hija, hicimos lo mejor que pudimos.
Alguien tendrá que sacar las malezas y esparcir
los jóvenes retoños. Regarlos en la hora
en que cae la sombra sobre sus lechos.
Tendrás que mirarlos diariamente
porque cuando florezcan
yo estaré lejos.
*******
Nadie puede decirte por qué
la temporada no espera;
la noche en que te dije
que debía partir, sollozaste de una forma aterradora
para quedarte hasta tarde despierta.
Ahora que el abanico está girando,
damos nuestro paseo
entre las flores municipales,
robamos una de su tallo,
tratamos de conversar.
Resollamos como gigantes bocones
dispersando con nuestro aliento
grises dientes de leones;
secuela de helados vientos es la primavera.
Dice el poeta.
Pero los ásteres, también, están grises,
un gris fantasmal. El frío de la noche pasada
pone en camino a
petunias y enanas caléndulas,
jorobadas y viejas.
Como nervios sujetos en un gráfico,
la escarcha ha borrado a
la mitad de la vid de campanillas
aun garabateada a través de sus rígidos cordeles.
Como líneas rotas
de versos que no puedo componer.
En su telar enmarañado
encontramos una flor para llevar,
con algunos capullos tardíos que quizás florezcan,
de vuelta a tu habitación.
Viene la noche y el rocío se endurece.
Me cuentan que la hija de un amigo lloraba
porque un grillo, quien
había trovado toda la noche frente
a su ventana, ha muerto.
_______________________
Un puñado de tierra....Herib Campos Cervera
de tu profunda latitud;
de tu nivel de soledad perenne;
de tu frente de greda
cargada de sollozos germinales.
Un puñado de tierra,
con el cariño simple de sus sales
y su desamparada dulzura de raíces.
Un puñado de tierra que lleve entre sus labios
la sonrisa y la sangre de tus muertos.
Un puñado de tierra
para arrimar a su encendido número
todo el frío que viene del tiempo de morir.
Y algún resto de sombra de tu lenta arboleda
para que me custodie los párpados de sueño.
Quise de Ti tu noche de azahares;
quise tu meridiano caliente y forestal;
quise los alimentos minerales que pueblan
los duros litorales de tu cuerpo enterrado,
y quise la madera de tu pecho.
Eso quise de Ti
(-Patria de mi alegría y de mi duelo;)
eso quise de Ti.
II
Ahora estoy de nuevo desnudo.
Desnudo y desolado
sobre un acantilado de recuerdos;
perdido entre recodos de tinieblas.
Desnudo y desolado;
lejos del firme símbolo de tu sangre.
Lejos.
No tengo ya el remoto jazmín de tus estrellas,
ni el asedio nocturno de tus selvas.
Nada: ni tus días de guitarra y cuchillos,
ni la desmemoriada claridad de tu cielo.
Sólo como una piedra o como un grito
te nombro y, cuando busco
volver a la estatura de tu nombre,
sé que la Piedra es piedra y que el Agua del río
huye de tu abrumada cintura y que los pájaros
usan el alto amparo del árbol humillado
como un derrumbadero de su canto y sus alas.
_________________________________
ACTO DE FE
Por Rafael Felipe Oteriño
Me aferro al rayo de sol, al grano de arena,
a la nube que cruza de oeste a este.
Me aferro al agua que bebo y a la tierra que piso,
a la corteza del árbol y a la raíz.
Me aferro al mes de julio,
a las páginas del Quijote,
a la lluvia lenta y a la pajarita de papel.
Me aferro al ámbar, al lapislázuli,
a las vetas de la madera,
a la piel del durazno y a la oración.
Me aferro al fagot grave, al solo de violín,
al Adagietto de Mahler.
Me aferro al mar porque es mar
y a la roca porque es roca,
al laberinto porque me extravía
y a la línea del horizonte porque me llama.
Me aferro a las enumeraciones,
a la cifra exacta, al número impar.
A la planicie
que pronuncia, en sus intervalos,
el nombre de Dios
y deja al descubierto una gran colina blanca.
Me aferro al viento,
a la noche oscura, a los senderos de grava.
Al viento, al viento
que desespera en las hojas
y borra, con misericordia, todas las señales.
_____________________________
Hagamos un trato
Por Mario Benedetti
Compañera usted sabepuede contar conmigono hasta dos o hasta diezsino contar conmigo si alguna vez advierteque a los ojos la miroy una veta de amorreconoce en los míosno alerte sus fusilesni piense que deliro a pesar de esa vetade amor desprevenidousted sabe que puedecontar conmigo pero hagamos un tratonada definitivoyo quisiera contarcon usted es tan lindosaber que usted existeuno se siente vivo quiero decir contarhasta dos hasta cincono ya para que acudapresurosa en mi auxilio sino para sabery así quedar tranquiloque usted sabe que puede
contar conmigo
_______________________________________________
CANTARES. CAPÍTULO 2
Yo soy la rosa de Sarón,
Y el lirio de los valles.
2 Como el lirio entre los espinos,
Así es mi amiga entre las doncellas.
3 Como el manzano entre los árboles silvestres,
Así es mi amado entre los jóvenes;
Bajo la sombra del deseado me senté,
Y su fruto fue dulce a mi paladar.
4 Me llevó a la casa del banquete,
Y su bandera sobre mí fue amor.
5 Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas;
Porque estoy enferma de amor.
6 Su izquierda esté debajo de mi cabeza,
Y su derecha me abrace.
7 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,
Por los corzos y por las ciervas del campo,
Que no despertéis ni hagáis velar al amor,
Hasta que quiera.
8 ¡La voz de mi amado! He aquí él viene
Saltando sobre los montes,
Brincando sobre los collados.
9 Mi amado es semejante al corzo,
O al cervatillo.
Helo aquí, está tras nuestra pared,
Mirando por las ventanas,
Atisbando por las celosías.
10 Mi amado habló, y me dijo:
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
11 Porque he aquí ha pasado el invierno,
Se ha mudado, la lluvia se fue;
12 Se han mostrado las flores en la tierra,
El tiempo de la canción ha venido,
Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.
13 La higuera ha echado sus higos,
Y las vides en cierne dieron olor;
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
14 Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes,
Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz;
Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto.
15 Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas;
Porque nuestras viñas están en cierne.
16 Mi amado es mío, y yo suya;
Él apacienta entre lirios.
17 Hasta que apunte el día, y huyan las sombras,
Vuélvete, amado mío; sé semejante al corzo, o como el cervatillo
Sobre los montes de Beter.
CANTARES. CAPÍTULO 2
Yo soy la rosa de Sarón,
Y el lirio de los valles.
2 Como el lirio entre los espinos,
Así es mi amiga entre las doncellas.
3 Como el manzano entre los árboles silvestres,
Así es mi amado entre los jóvenes;
Bajo la sombra del deseado me senté,
Y su fruto fue dulce a mi paladar.
4 Me llevó a la casa del banquete,
Y su bandera sobre mí fue amor.
5 Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas;
Porque estoy enferma de amor.
6 Su izquierda esté debajo de mi cabeza,
Y su derecha me abrace.
7 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,
Por los corzos y por las ciervas del campo,
Que no despertéis ni hagáis velar al amor,
Hasta que quiera.
8 ¡La voz de mi amado! He aquí él viene
Saltando sobre los montes,
Brincando sobre los collados.
9 Mi amado es semejante al corzo,
O al cervatillo.
Helo aquí, está tras nuestra pared,
Mirando por las ventanas,
Atisbando por las celosías.
10 Mi amado habló, y me dijo:
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
11 Porque he aquí ha pasado el invierno,
Se ha mudado, la lluvia se fue;
12 Se han mostrado las flores en la tierra,
El tiempo de la canción ha venido,
Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.
13 La higuera ha echado sus higos,
Y las vides en cierne dieron olor;
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
14 Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes,
Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz;
Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto.
15 Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas;
Porque nuestras viñas están en cierne.
16 Mi amado es mío, y yo suya;
Él apacienta entre lirios.
17 Hasta que apunte el día, y huyan las sombras,
Vuélvete, amado mío; sé semejante al corzo, o como el cervatillo
Sobre los montes de Beter.
________________________________________
Pared
Por David González
de la casa de san andrés de los tacones
solo sigue en pie una pared de piedra.
detrás de esa pared nació mi madre,
y la madre de mi madre,
y la madre de la madre de mi madre.
y yo.
y mi abuelo, luis,
murió en el año 1967, a la edad de 61 años. detrás de esa pared.
en los alrededores de la casa
había una pomarada sitio poblado de manzanos
un hórreo ast. y gal. construcción de madera,
de base rectangular, sostenida en el aire por cuatro
o más columnas o pilares, llamados pegoyos,
en la cual se guardan y preservan de la humedad
y de los ratones granos y otros productos agrícolas. y un río
al que iban mi madre y sus hermanas
a lavar la ropa y a lavarse ellas.
luego, construyeron el embalse,
y las aguas
anegaron el río,
derribaron el hórreo
y empodrecieron las manzanas.
y ayer
fui a renovar el carnet de identidad.
¿lugar de nacimiento?, me preguntaron.
san andrés de los tacones, respondí.
pero no pudieron encontrar
mi aldea en su ordenador.
busca san andrés, dijo un policía.
tampoco.
mira a ver por andrés.
no.
prueba con tacones, dijo otro policía.
ni rastro.
así que cuando salí de la comisaría
había vuelto a nacer,
solo que esta vez en la ciudad de gijón.
con todo, la pared de piedra
de la casa de san andrés de los tacones
aún sigue en pie.
como un poema.
o mejor:
como una semilla.
_________________________
TU VESTIDO DE NOVIA
Por Natalia Leiderman
(Argentina)
me llega revuelto
por un animal antiguo
ahora es mío
me marca las tetas
la cintura
y después cae
es la captura
de nieve cayendo
cayendo
en una cápsula polar
estuve todo el día
mirándome enamorada al espejo
también miré tus fotos
estabas raquítica y adolescente
y el vestido era un trapo
en el que te encorvabas
pasaste vos también los dedos por el tul?
imaginaste nieve?
cristales?
crema porosa y tensa?
te miraste al espejo?
te gustaste?
querías?
me imaginaba ya
que las cosas que me dabas
no eran regalos sencillos
y que ese vestido
me daría insomnio
trabajo
el encaje huele a tierra
a sudor
a mínimo perfume
y no sé cuál de esas cosas
me pertenece.
__________________________________________________
CUANDO VENGAS
Por AMANDA DURÁN
Hay pájaros bajo la cama en que dormiremos
También están en medio de las vigas,
Son grandes montañas de pájaros que solo pueden calmarse frotándose unos a otros;
Sus ojos son feroces, pero aún peores sus plumas,
Querrán morderte la barba o encajarse en tu pecho,
Igual que yo, son feroces y no querrán irse,
Porque el vuelo ahoga a los pájaros tristes
Porque cada vez que encuentro uno lo llevo a mi cama
y no duermen;
querrán morderte.
No quiero que te espantes cuando los veas,
Llevo con ellos tanto tiempo que traigo plumas pegadas por todo el cuerpo.
Cuando vengas me desnudaré primero
Y te pediré que cierres los ojos
No te espantes
He visto a otros como tú corriendo
No te espantes
No me gusta la soledad,
Olvida que lo dije, tengo a mis pájaros y ellos me tienen.
Quédate esa noche y yo te entregaré mis piernas
Tómalas cómo se toma lo más importante del mundo
Estas piernas un día serán ceniza o carne de lombrices,
Tómalas bien, porque la muerte es tan cómoda y posible.
Voy a darte amor como si fuera néctar, como si solo ese día vivieras
como si te trajera de la tumba y me trajeras
voy a apestar a amor, me vaciaré en ti como una plaga
bebiendo tu sudor como si fueras vino
para humectar mi lengua seca
rota por el polvo de estas plumas
son tantas y se me han ido pegando a la garganta, por eso la tos.
Sabes, me gusta tanto tu olor, quiero tanto dormir contigo.
Si lloro un poco pon tu mano en mi mejilla
Eso hacía mi abuelo,
Pero quédate, aunque sea solo esa noche,
Sería tan lindo que pudieras soportarlo.
__________________________________
Deus ex machina
Por José Mármol
Arroja tú los dados, Señor, te ha llegado el turno y es invierno. Arrinconado está el tridente, una piel de ceniza cubrió las cordilleras. Señor, he aquí el canto de la luz a ti debida, en la quietud del mar y discreción tan pura de la noche infinita. He aquí a tu hijo Elfuego, ardiendo con su tacto la superficie toda y al agua seduciendo con su lengua dorada. Ved aquí, Señor, su hermanastra Elalba, hierofanta líquida, posesa de las formas. Ellos narran en su tremendo idioma las celebraciones, la obediencia y el pecado. Arrójanos tú esta vez, Señor, la semilla y el varón de la especie más sana. No lo anuncies al azar, porque deviene llanto y se alza con el tibio rumor del pavimento, y otra vez se nos pierde, nos castiga, nos repudia. Que nadie sino tú, oh Señor, esgrima esta vez el cuchillo del jifero; madure un acorde cuando la vida cese y la lluvia limpie, sorpresiva, las caderas uncidas de los copulantes. Arroja tú los dados, Señor, te ha llegado el turno de lo ineluctable. Despídelos sin miedo de tu anchurosa mano, porque a los ocho lados la suerte nada espera, y hacia la muchedumbre y el desastre apunta el cielo. Arrójalos tú, Señor, te ha llegado el turno y es ardiente verano. Idioma de los dioses De ti, como de un río, adoro cuanto fluye. Volando y danzando como los dioses hablan. Amo tu rápida presencia, única manera de pasar, transfigurando en vuelo la quietud y la espera. Idioma poderoso del mineral y el árbol. Néctar salobre de las venas abiertas y miembros destajados en torno a la deidad. Palabras innúmeras con las que atemorizo y a la vez encanto las huestes de la noche y escuderos del día. Voces muy alzadas en sus puntas de roble, con las que canta el mago, gobierna el azar y predomina un orden geométrico de hielo. Grande la ocasión en que algo se consume y con su muerte alumbra y destapa lo esperado. Ahora canto y bailo y salpico de luz las brechas de la sombra entre las llamas. Volando y danzando, como los dioses hablan. Del aire me sostengo, el universo en mí se apoya, gira espeso. Mi verso ha domado al vellocino de oro y ya diezmó mi brazo a los jinetes bravos, a cuyos restos doy mi canción y mi otra espada. Grande la ocasión en que todos danzamos, como dioses mirando la miseria del reino. Palabras que brindaron alma y cuerpo a las ciudades. Soberano idioma, lenguaje de las piedras, del laurel, del río adormecido en sus meandros; alfabeto de grutas intocadas, de lagos suspendidos y pájaros mudos henchidos de placer. De ti, como de un río, adoro cuanto es y ya no es y se transforma y pasa y queda suspendido. Oh idioma venturoso de los labios y las manos, de las praderas altas, los barcos diminutos, la cruz centuplicada en un mismo sendero. Oh danza de las danzas, con que los dioses cantan y bailan y nos llaman.
____________________________
Somos apenas amantes
Por CAROLINA ESCOBAR SARTI
que levantan templos
sin altares en otro cuerpo,
oblicuas caricias
en línea de agua.
Somos atrio sin bordes.
Amantes condenados
por los siglos de los siglos
a renegar del miedo,
de la muerte y
de la soledad.
(Antes de ti
yo era animal
ahora soy lenguaje).
Somos apenas amantes.
Distancias agotadas
en el mínimo territorio
de la redención (por mi culpa
por mi culpa
por mi gran culpa).
Escritores de epitafios
en las paredes de la historia.
Despertamos al pez, al mono
y al dinosaurio
y tatuamos sus nombres
en nuestro cuerpo epistolar.
Somos exilios justos
de planas cartografías
que encuentran agua
en sus montañas.
No poetas
apenas amantes.
__________________________________
CUANDO TODOS SE VAYAN....Jorge Teillier
Cuando todos se vayan a otros planetas
yo quedaré en la ciudad abandonada
bebiendo un último vaso de cerveza,
y luego volveré al pueblo donde siempre regreso
como el borracho a la taberna
y el niño a cabalgar
en el balancín roto.
Y en el pueblo no tendré nada que hacer,
sino echarme luciérnagas a los bolsillos
o caminar a orillas de rieles oxidados
o sentarme en el roído mostrador de un almacén
para hablar con antiguos compañeros de escuela.
Como una araña que recorre
los mismos hilos de su red
caminaré sin prisa por las calles
invadidas de malezas
mirando los palomares
que se vienen abajo,
hasta llegar a mi casa
donde me encerraré a escuchar
discos de un cantante de 1930
sin cuidarme jamás de mirar
los caminos infinitos
trazados por los cohetes en el espacio.
____________________________________________
Hay un país en el mundo (Fragmento)
Pedro Mir
Hay un país en el mundo
colocado
en el mismo trayecto del sol.
Oriundo de la noche.
Colocado
en un inverosímil archipiélago
de azúcar y de alcohol.
Sencillamente
liviano,
como un ala de murciélago
apoyado en la brisa.
Sencillamente
claro,
como el rastro del beso en las solteronas antiguas
o el día en los tejados.
Sencillamente
frutal. Fluvial. Y material. Y sin embargo
sencillamente tórrido y pateado
como una adolescente en las caderas.
Sencillamente triste y oprimido.
Sencillamente agreste y despoblado
En verdad.
Con tres millones
suma de la vida
y entre tanto
cuatro cordilleras cardinales
y una inmensa bahía y otra inmensa bahía,
tres penínsulas con islas adyacentes
y un asombro de ríos verticales
y tierra bajo los árboles y tierra
bajo los ríos y en la falda del monte
y al pie de la colina y detrás del horizonte
y tierra desde el canto de los gallos
y tierra bajo el galope de los caballos
y tierra sobre el día, bajo el mapa, alrededor
y debajo de todas las huellas y en medio del amor.
Entonces
es lo que he declarado.
Hay
un país en el mundo
sencillamente agreste y despoblado.
Algún amor creerá
que en este fluvial país en que la tierra brota,
y se derrama y cruje como una vena rota,
donde el día tiene su triunfo verdadero,
irán los campesinos con asombro y apero
a cultivar
cantando
su franja propietaria.
Este amor
quebrará su inocencia solitaria.
Pero no.
Y creerá
que en medio de esta tierra recrecida,
donde quiera, donde ruedan montañas por los valles
como frescas monedas azules, donde duerme
un bosque en cada flor y en cada flor la vida,
irán los campesinos por la loma dormida
a gozar
forcejeando
con su propia cosecha.
Este amor
doblará su luminosa flecha.
Pero no.
Y creerá
de donde el viento asalta el íntimo terrón
y lo convierte en tropas de cumbres y praderas,
donde cada colina parece un corazón,
en cada campesino irán las primaveras cantando
entre los surcos
su propiedad.
Este amor
alcanzará su floreciente edad.
Pero no.
Hay
un país en el mundo
donde un campesino breve,
seco y agrio
muere y muerde
descalzo
su polvo derruido,
y la tierra no alcanza para su bronca muerte.
¡Oídlo bien! No alcanza para quedar dormido.
Es un país pequeño y agredido. Sencillamente triste,
triste y torvo, triste y acre. Ya lo dije:
sencillamente triste y oprimido.
Procedente del fondo de la noche
vengo a hablar de un país.
Precisamente
pobre de población.
Pero
no es eso solamente.
Natural de la noche soy producto de un viaje.
Dadme tiempo
coraje
para hacer la canción.
Plumón de nido nivel de luna
salud del oro guitarra abierta
final de viaje donde una isla
los campesinos no tienen tierra.
Decid al viento los apellidos
de los ladrones y las cavernas
y abrid los ojos donde un desastre
los campesinos no tienen tierra.
El aire brusco de un breve puño
que se detiene junto a una piedra
abre una herida donde unos ojos
los campesinos no tienen tierra.
Los que la roban no tienen ángeles
no tienen órbita entre las piernas
no tienen sexo donde una patria
los campesinos no tienen tierra.
No tienen paz entre las pestañas
no tienen tierra no tienen tierra.
…….
_________________________________
Hay un país en el mundo Sencillamente Sencillamente Sencillamente Sencillamente triste y oprimido. Sencillamente agreste y despoblado En verdad. Entonces Hay Algún amor creerá Este amor Y creerá Este amor Este amor Hay ¡Oídlo bien! No alcanza para quedar dormido. Procedente del fondo de la noche Plumón de nido nivel de luna Decid al viento los apellidos El aire brusco de un breve puño Los que la roban no tienen ángeles No tienen paz entre las pestañas ……. _________________________________ |
MAMÁ, TÚ NO CUMPLES AÑOS, CUMPLES SUEÑOS...Elvira sastre
Llevas más de medio siglo
a las espaldas
pero en tus ojos,
algunos días,
a media tarde,
cuando el reloj hace sombra
con tu libro y tu café,
se te inundan los ojos de primaveras…
y por un momento parece
que vuelves a estar en tu habitación de niña,
que los rizos te sacuden los hombros
mientras conquistas algún columpio
y los parques y los libros y la merienda
se convierten en tus mejores aliados.
Llevas a la espalda también varios cuerpos llenos de amor:
Uno se enamoró de ti
como un loco poeta
y dejó de mirar a la luna
cada vez que tú abrías los ojos
-aún se le puede ver de noche
con la ventana abierta
mirando tu cara dormida-.
Otros
salieron de ti
como salen los milagros,
apretando fuerte los puños
y cerrando los ojos,
mientras tú abrías esas alas
que no te caben en el pecho,
y te amaron
-te aman-
incluso cuando vuelan lejos
de tus brazos
porque tú les enseñaste a vivir.
Una de ellas
es la belleza hecha carne,
cómo no serlo si lleva tu cara
y tus andares
y esa mirada tan tuya
que oculta tanto misterio
que hasta los ciegos la quieren ver.
Otro,
se sigue escondiendo detrás de tus piernas
cada vez que sale a la calle,
busca tus dedos entre su pelo
porque solo tú le llenas el cabello de tanta ternura… que sólo hay paz en su cabeza,
hunde la nariz en tu abrazo para tenerte cuando no estés en la habitación de al lado,
llora cuando le explota el pecho izquierdo pero se le pasa al tercer latido
porque sabe que tú sigues ahí, que eres su casa,
y que no hay mejor lugar en el mundo que tú.
Lo que quiero decir mamá,
es que mientras tú cumples años
los demás cumplimos sueños contigo.
Verte reír es un atentado contra las lágrimas;
verte vivir es saber que ninguna guerra llegará a nuestras trincheras.
Verte,
en definitiva,
es aprender el amor y la vida.
No dejes de cumplir años,
no dejes de cumplirnos,
no dejes de vivir.
No te vayas nunca Mamá.
EL TIGRE
Por Enrique Lizarde
Hay un tigre en la casa
que desgarra por dentro al que lo mira.
Y sólo tiene zarpas para el que lo espía,
y sólo puede herir por dentro,
y es enorme:
más largo y más pesado
que otros gatos gordos
y carniceros pestíferos
de su especie,
y pierde la cabeza con facilidad,
huele la sangre aun a través del vidrio,
percibe el miedo desde la cocina
y a pesar de las puertas más robustas.
Suele crecer de noche:
coloca su cabeza de tiranosaurio
en una cama
y el hocico le cuelga
más allá de las colchas.
Su lomo, entonces, se aprieta en el pasillo,
de muro a muro,
y sólo alcanzo el baño a rastras, contra el techo,
como a través de un túnel
de lodo y miel.
No miro nunca la colmena solar,
los renegridos panales del crimen
de sus ojos,
los crisoles de saliva emponzoñada
de sus fauces.
Ni siquiera lo huelo,
para que no me mate.
Pero sé claramente
que hay un inmenso tigre encerrado
en todo esto.
Compadre Mon
Por una de tus venas me iré Cibao adentro. Y también Domitila lo sabrá, Domitila Tu caballo Porque tú, que no fuiste nunca niño de escuela, Es que no quiero hablar de tus cosas mayores, No. Ahora, Ya ves, Compadre Mon, Qué grande estás, Compadre Mon en esas ¡Por las ventanas de Tico yo me iré Mon adentro! El maíz no lo sabe, El trueno no lo sabe, |
CANTARES. CAPÍTULO 4
He aquí que tú eres hermosa, amiga mía;
he aquí que tú eres hermosa;
Tus ojos entre tus guedejas como de paloma;
Tus cabellos como manada de cabras
Que se recuestan en las laderas de Galaad.
2 Tus dientes como manadas de ovejas trasquiladas,
Que suben del lavadero,
Todas con crías gemelas,
Y ninguna entre ellas estéril.
3 Tus labios como hilo de grana,
Y tu habla hermosa;
Tus mejillas, como cachos de granada detrás de tu velo.
4 Tu cuello, como la torre de David, edificada para armería;
Mil escudos están colgados en ella,
Todos escudos de valientes.
5 Tus dos pechos, como gemelos de gacela,
Que se apacientan entre lirios.
6 Hasta que apunte el día y huyan las sombras,
Me iré al monte de la mirra,
Y al collado del incienso.
7 Toda tú eres hermosa, amiga mía,
Y en ti no hay mancha.
8 Ven conmigo desde el Líbano, oh esposa mía;
Ven conmigo desde el Líbano.
Mira desde la cumbre de Amana,
Desde la cumbre de Senir y de Hermón,
Desde las guaridas de los leones,
Desde los montes de los leopardos.
9 Prendiste mi corazón, hermana, esposa mía;
Has apresado mi corazón con uno de tus ojos,
Con una gargantilla de tu cuello.
10 ¡Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía!
¡Cuánto mejores que el vino tus amores,
Y el olor de tus ungüentos que todas las especias aromáticas!
11 Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa;
Miel y leche hay debajo de tu lengua;
Y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano.
12 Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía;
Fuente cerrada, fuente sellada.
13 Tus renuevos son paraíso de granados, con frutos suaves,
De flores de alheña y nardos;
14 Nardo y azafrán, caña aromática y canela,
Con todos los árboles de incienso;
Mirra y áloes, con todas las principales especias aromáticas.
15 Fuente de huertos,
Pozo de aguas vivas,
Que corren del Líbano.
Autor: Ángel González
Si yo fuera Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
-de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando -luego- callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta.
NO TE ENAMORES DE UNA MUJER QUE LEE
Por Martha Rivera
No te enamores de una mujer que lee, de
una mujer que siente demasiado, de una mujer que escribe...
No te enamores de una mujer culta, maga,
delirante, loca. No te enamores de una mujer que piensa, que sabe lo que sabe y
además sabe volar; una mujer segura de sí misma.
No te enamores de una mujer que se ríe o
llora haciendo el amor, que sabe convertir en espíritu su carne; y mucho menos
de una que ame la poesía (esas son las más peligrosas), o que se quede media
hora contemplando una pintura y no sepa vivir sin la música.
No te enamores de una mujer a la que le
interese la política y que sea rebelde y vertigue un inmenso horror por las
injusticias. Una a la que no le guste para nada ver televisión.
Ni de una mujer que es bella sin
importar las características de su cara y de su cuerpo. No te enamores de una
mujer intensa, lúdica, lúcida e irreverente.
No quieras enamorarte de una mujer así. Porque cuando te enamoras de una mujer como esa, se quede ella contigo o no, te ame ella o no, de ella, de una mujer así, jamás se regresa.
_____________
El tenía el pelo largo que me gustaba echar hacia atrás
el pelo largo que me gustaba oler
que me gustaba enredar.
Mientras me apretaba firme, sin movernos casi
en la silla -es difícil explicarlo-
fue algo más que sexo
era una silla y dos personas estando
sintiéndose
el uno entrando algo que se dejaba entrar en la una
y una simple silla de madera despintada
aguantando todo el peso de dos vidas de dos culpas, de dos grietas.
Un hombre que no poseía nada pero que tampoco servía a nadie.
Una criatura miserable y libre.
Fue difícil desenredar su pelo de mi vida
su pelo largo, salvaje
el velo que le cubría la mitad de la cara
y me gustaba echarlo hacia atrás
para contar las astillas que le rozaban la frente.
Un hombre de pelo largo, salvaje
una parte de mi pasado muerto.
A veces, mientras hago el amor legal,
actuando en el teatro íntimo de mi cuarto
miro la silla
y pienso en la delicia que se sienta en ella
y siento que es en esta cama donde soy infiel.
por Claribel Díaz
Todo lo que me circunda está lejos
como el eco de tantas voces que se apagan.
Rueda el tiempo por la calle
y se lastiman sus rodillas en la acera.
Rebelándose,
con los pies en alto me requiere.
Me interpela,
escupiendo sobre la orfandad de mi rostro,
sobre la desolación de mi frente:
¿Adónde vas cuando la tarde ya cansada,
bebe su anaranjado líquido de cristal entre las sombras
y se desvanece?
¿A quién esperas en este rincón de la noche
queriendo atrapar por siempre el olor del recuerdo?
¿Quién te dijo que el día se hizo para guiar andanzas
de seres absortos por el desvelo?
Entonces vuelvo, interrumpida,
a dibujar la postración de las hojas,
a amordazar el ímpetu de los pájaros
y a auscultar en la prisa la perennidad con que
transcurre la espera.
Te presiento siempre en la inquietud,
en la imposibilidad de los días,
en la decrepitud del instante.
Te vas dejándome extraviada.
Regresas y me encuentro a la deriva,
descalza sobre los mismos pasos.
Por Enrique Lizarde
Amada, no destruyas mi cuerpo,
no lo rompas, no toques sus costados heridos.
No me lastimes más.
Me duele el pelo al peinarme.
Duéleme el aliento.
Duéleme el tacto de una mano en otra.
No destruyas mi cuerpo
pensando en sus miserias:
doliendo a pierna suelta
se destruye él solo, amada,
como si creciera hacia una lanza
clavada en la cabeza.
Ya me destrozo, mira, no hieras,
suelta el arma, detente,
no pienses más, no odies,
dame solo una tregua;
deja de respirar dos líneas de mi aire,
para que corrompa en paz esta carroña.
Hay un lejano olor a muerto en todo el aire.
Alguien se muere aquí,
muy cerca, en el jardín de al lado.
Tal vez aquí, junto al umbral,
más bien adentro de la casa, en el pasillo,
y no, más cerca, en este cuarto donde moríamos juntos.
No, tampoco.
Más cerca aún, junto a mi cuerpo.
Y no, más cerca.
Salgo primero de tu cuerpo, amada,
proscrito y torpe,
con mi campanilla de leproso.
Salgo después del cuarto en que respiras
mis humores antiguos
y ocupo una prisión cercana.
Pero apesto:
los hedores se cuelan por el muro,
una cochambre de acero
perfora los tabiques.
Salgo al fin de la casa,
me siguen libros viejos y papeles
como un pueblo de ratas;
arriba canta el aire
sus vidrieras de oxígeno.
Desciendo por las gradas,
y me parece que alguien silba
cuando alcanzo la calle.
como una hoja muerta, sin palabras;
la hallaron unos hombres que luego me la dieron
porque tuvieron miedo de aprender a cantarla.
Yo entonces ignoraba que también las canciones,
como las hojas muertas caían de los árboles;
no sabia que la luna se enredaba en las ramas
náufragas que sueñan bajo el cristal del agua,
ni que comían los peces pedacitos de estrellas
en el silencio de las noches claras.
Yo entonces ignoraba muchas cosas iguales
que eran todas posibles en la tierra del viento,
en donde la leyenda no es una hierba mala
crecida en sus riberas, sino un árbol de voces
con las cuales dialogan las sombras y las piedras.
Yo entonces ignoraba muchas cosas iguales
cuando aún no era mía
esta canción que estaba tirada por el suelo,
como una hoja muerta, sin palabras;
pero ahora ya sé de las formas distintas
que preceden al ojo de la carne que mira,
y hasta puedo decir por qué caen de rodillas,
en las ojeras largas que circundan la noche,
las diluidas sombras de los pájaros.
Si alguien quiere saber cuál es mi patria
[Poema - Texto completo.]
Pedro MirSi alguien quiere saber cuál es mi patria Siga el rastro goteante por el mapa (¡Tanto arrojo en la lucha irremediable No, no la busque. Siga el rastro goteando por la brisa No, no la busque. |
ante la lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra Alejandra no lo niegues.
hoy te miraste en el espejo
y te fuiste triste estabas sola
y la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió
enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado
oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú
te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!
_______________________________________________________________________
EN LA TIERRA FECUNDA
Por Rosa Chavez
En la tierra fecunda el viento cuenta secretos a las barrancas
lirios, alcatraces, ipomeas, monte salvaje le crece de los huesos
huesos que se van haciendo polvo de estrellas
usted nos observa como las milpas verdes miran de frente al sol
abuela ha pasado poco tiempo desde que cerraste los ojos
los mares se elevan, los ríos se desvanecen,
y le pregunto una vez más la historia de su vida, de sus manos,
en este cruce de caminos donde nos encontramos
¿Qué memoria colocaremos al centro de los altares?
¿Cuál de nuestras verdades nos liberara de los ciclos que se repiten?
¿Qué palabras incomodas pondremos a secar en el fogón de la cocina?
¿Qué silencios alumbraran nuestro espíritu?
¿Como volver a decir su nombre cuando su cuerpo ha muerto?
la mitad de mi nombre también se ha ido
solo tomare su mano y volveré a navegar en sus venas
las dos con brichos, destellos, blondas, cortes de jaspe,
aretes de jarritos y un vasto rebozo como la vía láctea
aún escucho su corazón en mi oído estoy acurrucada en su espalda
puedo ver con sus ojos mi propia historia
estoy en sus sueños, llego a despedirse varias veces, antes de irse con la neblina,
ya lo sé, las lunas menguaran una y otra vez
los lirios y el monte seguirán creciendo de sus huesos
en la tierra donde nuestros nombres fueron presentados al fuego
ahora mi cuerpo bañado por tibias olas y reflexiono
nunca fuimos a la mar juntas, nunca vimos una arena tan blanca
usted era gris como el mar de los volcanes
usted tenía brasas encendidas en los ojos
las dos somos hijas de la sal y de la espuma de la montaña y del sereno
es una tarde de noviembre fría y anaranjada
la luz brilla hermosa en nuestro rostro moreno
y respondo todas las preguntas, le cuento mis historias de viajes a lugares extraños
mis dedos danzan trenzándole sus largos cabellos plateados
los lirios brotan de su pecho a esta hora de la tarde, siento su olor que me atraviesa
la extrañare conmigo en este patio inmenso que es la vida
y en cada luna nueva de oscurísima noche encontrare sus candelas encendidas.
____________________________________________________________________________
_________________________________________
Tu boca vela de roja nervadura
para mi sed ruidosa dame
tu fuego
enervada frambuesa de tu encía
boca donde desgarrar
este grito desgreñado
donde terriblemente muerto así
ya nunca más la roja
sed encarnadísima
frambuesa y rocío espeso
tu saliva
luz distraída que se alojó en tu boca
dame espada de duro clavel
tu dentadura
para esta fiebre con su lanza
sobre mi lengua desiertos que ha fundado
su ácido encaje señora lenta
arráncame este borde cárdeno
la garra furibunda de la melancolía
para tu boca vuelo yo y la hoguera
hundir las estrellas apretadas
entre tu boca cristal sin juicio
traigo a beber el mar
dame esta granda irreprochable
un tesón de mediodías sobre tu labio menor
toda ternura tocó este nido
el anís el verano
para mi roja
dame
porque la sed
mis senos dos tigres de bengala dos
desquiciados pelícanos en llamas
hasta tu boca norte
tu boca boca bodega del cielo
al galope
que tu relámpago azul
bebo la luz.
Autor: Leopoldo María Panero
A mi madre
(reivindicación de una hermosura)
y cae sin ruido la taza de té al suelo
como una magia
tú que sólo palabras dulces tienes para los muertos
y un manojo de flores llevas en la mano
para esperar a la Muerte
que cae de su corcel, herida
por un caballero que la apresa con sus labios brillantes
y llora por las noches pensando que le amabas,
y dice sal al jardín y contempla cómo caen las estrellas
y hablemos quedamente para que nadie nos escuche
ven, escúchame hablemos de nuestros muebles
tengo una rosa tatuada en la mejilla y un bastón con
empuñadura en forma de pato
y dicen que llueve por nosotros y que la nieve es nuestra
y ahora que el poema expira
te digo como un niño, ven
he construido una diadema
(sal al jardín y verás cómo la noche nos envuelve)
"Poemas del manicomio de Mondragón" 1987
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
Desnuda
autor. Pablo Neruda
Desnuda eres tan simple como una de tus manos:
lisa, terrestre, mínima, redonda, transparente.
Tienes líneas de luna, caminos de manzana.
Desnuda eres delgada como el trigo desnudo.
Desnuda eres azul como la noche en Cuba:
tienes enredaderas y estrellas en el pelo.
Desnuda eres redonda y amarilla
como el verano en una iglesia de oro.
Desnuda eres pequeña como una de tus uñas:
curva, sutil, rosada hasta que nace el día
y te metes en el subterráneo del mundo
como en un largo túnel de trajes y trabajos:
tu claridad se apaga, se viste, se deshoja
y otra vez vuelve a ser una mano desnuda
Ritual de mis piernas
Autor: Pablo Neruda
Largamente he permanecido mirando mis largas piernas
con ternura infinita y curiosa, con mi acostumbrada pasión,
como si hubieran sido las piernas de una mujer divina
profundamente sumida en el abismo de mi tórax:
y es que, la verdad, cuando el tiempo, el tiempo pasa,
sobre la tierra, sobre el techo, sobre mi impura cabeza,
y pasa, el tiempo pasa, y en mi lecho no siento de noche que
una mujer está respirando, durmiendo, desnuda y a mi lado,
entonces, extrañas, oscuras cosas toman el lugar de la ausente,
viciosos, melancólicos pensamientos
siembran pesadas posibilidades en mi dormitorio,
y así, pues, miro mis piernas como si pertenecieran a otro cuerpo,
y fuerte y dulcemente estuvieran pegadas a mis entrañas.
Como tallos o femeninas, adorables cosas,
desde las rodillas suben, cilíndricas y espesas,
con turbado y compacto material de existencia:
como brutales, gruesos brazos de diosa,
como árboles monstruosamente vestidos de seres humanos,
como fatales, inmensos labios sedientos y tranquilos,
son allí la mejor parte de mi cuerpo:
lo enteramente substancial, sin complicado contenido
de sentidos o tráqueas o intestinos o ganglios:
nada, sino lo puro, lo dulce y espeso de mi propia vida,
nada, sino la forma y el volumen existiendo,
guardando la vida, sin embargo, de una manera completa.
Las gentes cruzan el mundo en la actualidad
sin apenas recordar que poseen un cuerpo y en él la vida,
y hay miedo, hay miedo en el mundo de las palabras que designan el cuerpo,
y se habla favorablemente de la ropa,
de pantalones es posible hablar, de trajes,
y de ropa interior de mujer (de medias y ligas de «señora»),
como si por las calles fueran las prendas y los trajes vacíos por completo
y un oscuro y obsceno guardarropas ocupara el mundo.
Tienen existencia los trajes, color, forma, designio,
y profundo lugar en nuestros mitos, demasiado lugar,
demasiados muebles y demasiadas habitaciones hay en el mundo,
y mi cuerpo vive entre y bajo tantas cosas abatido,
con un pensamiento fijo de esclavitud y de cadenas.
Bueno, mis rodillas, como nudos,
particulares, funcionarios, evidentes,
separan las mitades de mis piernas en forma seca:
y en realidad dos mundos diferentes, dos sexos diferentes
no son tan diferentes como las dos mitades de mis piernas.
Desde la rodilla hasta el pie una forma dura,
mineral, fríamente útil aparece,
una criatura de hueso y persistencia,
y los tobillos no son ya sino el propósito desnudo,
la exactitud y lo necesario dispuestos en definitiva.
Sin sensualidad, cortas y duras, y masculinas,
son allí mis piernas, y dotadas
de grupos musculares como animales complementarios,
y allí también una vida, una sólida, sutil, aguda vida
sin temblar permanece, aguardando y actuando.
En mis pies cosquillosos,
y duros como el sol, y abiertos como flores,
y perpetuos, magníficos soldados
en la guerra gris del espacio,
todo termina, la vida termina definitivamente en mis pies,
lo extranjero y lo hostil allí comienza,
los nombres del mundo, lo fronterizo y lo remoto,
lo sustantivo y lo adjetivo que no caben en mi corazón,
con densa y fría constancia allí se originan.
Siempre,
productos manufacturados, medias, zapatos,
o simplemente aire infinito,
habrá entre mis pies y la tierra
extremando lo aislado y lo solitario de mi ser,
algo tenazmente supuesto entre mi vida y la tierra,
algo abiertamente invencible y enemigo.
Poema 01... Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos...
Autor. Pablo Neruda
Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar al hijo del fondo de la tierra.
Fui sólo como un túnel. De mí huían los pájaros,
y en mí la noche entraba en su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
¡Ah los vasos del pecho! ¡Ah los ojos de ausencia!
¡Ah las rosas del pubis! ¡ Ah tu voz lenta y triste!
Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue y el dolor infinito
Poema 20... Puedo escribir los versos más tristes está noche...
Autor: Pablo Neruda
Puedo escribir los versos más tristes está noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche esta estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo
Por Claribel Díaz
Desde el fondo de mis cicatrices
y de las absurdas líneas de mi vientre
surge el grito sin apuros de mi nombre,
un nombre que también es un absurdo,
osadía que perece en los andenes.
Oscurece su voz en el sendero,
pero su sombra no se aleja.
Soy sólo vestigio de sus pasos.
Y te encuentro a ti agigantado,
imantado a la piel de los espantos,
amordazando mi cuello, mi espalda,
mi frente,
irrumpiendo por bordes y contornos.
¡Oh!, monstruo del espejo,
me miras con apocalíptico desdén
como si no fuera más que tus escombros,
desde el trono que ocupas en los días
y en la premura con que inquietas estas horas.
Walking around
Autor: Pablo Neruda
Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.
El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.
Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.
Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.
No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.
No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos,
aterido, muriéndome de pena.
Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.
Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.
Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.
en el insomnio de las cañerías olvidadas,
en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras.
No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,
unos ojos perdidos,
una sortija rota
o una estrella pisoteada.
Porque yo los he visto:
en esos escombros momentáneos que aparecen en las
neblinas.
Porque yo los he tocado:
en el destierro de un ladrillo difunto,
venido a la nada desde una torre o un carro.
Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban
ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos.
En todo esto.
Mas en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego,
en esas ausencias hundidas que sufren los muebles
desvencijados,
no a mucha distancia de los nombres y signos que se
enfrían en las paredes.
Buscad, buscadlos:
debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro
o la firma de uno de esos rincones de cartas
que trae rodando el polvo.
Cerca del casco perdido de una botella,
de una suela extraviada en la nieve,
de una navaja de afeitar abandonada al borde de un
precipicio.
Absorta, pálida doliente, así situada
contra las viejas hélices del crepúsculo
que en torno a ti da vueltas.
Muda, mi amiga,
sola en lo solitario de esta hora de muertes
y llena de las vidas del fuego,
pura heredera del día destruido.
Del sol cae un racimo en tu vestido oscuro.
De la noche las grandes raíces
crecen de súbito desde tu alma,
y a lo exterior regresan las cosas en ti ocultas.
de modo que un pueblo pálido y azul
de ti recién nacido se alimenta.
Oh grandiosa y fecunda y magnética esclava
círculo que en negro y dorado sucede:
erguida, trata y logra una creación tan viva
que sucumben sus flores, y llena es de tristeza.
___________________________________________
I
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo solo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Donde habite el olvido
Cómo llenarte, soledad,
Sino contigo misma.
De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
Quieto en ángulo oscuro,
Buscaba en ti, encendida guirnalda,
Mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
Y en ti los vislumbraba,
Naturales y exactos, también libres y fieles,
A semejanza mía,
A semejanza tuya, eterna soledad.
Me perdí luego por la tierra injusta
Como quien busca amigos o ignorados amantes;
Diverso con el mundo,
Fui luz serena y anhelo desbocado,
Y en la lluvia sombría o en el sol evidente
Quería una verdad que a ti te traicionase,
Olvidando en mi afán
Cómo las alas fugitivas su propia nube crean.
Y al velarse a mis ojos
Con nubes sobre nubes de otoño desbordado
La luz de aquellos días en ti misma entrevistos,
Te negué por bien poco,
Por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
Por quietas amistades de sillón y de gesto,
Por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
Por los viejos placeres prohibidos,
Como los permitidos nauseabundos,
Útiles solamente para el elegante salón susurrado,
En bocas de mentira y palabras de hielo.
Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
Que yo fui,
Que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
Por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
Limpios de otro deseo,
El sol, mi dios, la noche rumorosa,
La lluvia, intimidad de siempre,
El bosque y su alentar pagano,
El mar, el mar como su nombre hermoso;
Y sobre todos ellos,
Cuerpo oscuro y esbelto,
Te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
Y tú me das fuerza y debilidad
Como el ave cansada los brazos de piedra.
Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
oigo sus oscuras imprecaciones,
contemplo sus blancas caricias;
Y erguido desde cuna vigilante
Soy en la noche un diamante que gira advirtiendo
a los hombres.
Por quienes vivo, aun cuando no los vea;
Y así, lejos de ellos,
Ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
Roncas y violentas como el mar, mi morada,
Puras ante la espera de una revolución ardiente
O rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
Cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.
Tú, verdad solitaria,
Transparente pasión, mi soledad de siempre,
Eres inmenso abrazo;
El sol, el mar,
La oscuridad, la estepa,
El hombre y el deseo,
La airada muchedumbre,
¿Qué son sino tú misma?
Por ti, mi soledad, los busqué un día;
En ti, mi soledad, los amo ahora
_________________________________________
___________________________________________
lento juego de luces, campana solitaria,
crepúsculo cayendo en tus ojos, muñeca,
caracola terrestre, en ti la tierra canta!
En ti los ríos cantan y mi alma en ellos huye
como tú lo desees y hacia donde tú quieras.
Márcame mi camino en tu arco de esperanza
y soltaré en delirio mi bandada de flechas.
En torno a mí estoy viendo tu cintura de niebla
y tu silencio acosa mis horas perseguidas,
y eres tú con tus brazos de piedra transparente
donde mis besos anclan y mi húmeda ansia anida.
Ah tu voz misteriosa que el amor tiñe y dobla
en el atardecer resonante y muriendo!
Así en horas profundas sobre los campos he visto
doblarse las espigas en la boca del viento.
Autor: Vicente Alexandre
Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.
Tu forma externa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter que me convoca con su música íntima, con esa
indescifrable llamada de tus dientes.
Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es mío, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.
Deja, deja que mire, teñido del amor,
enrojecido el rostro por tu purpúrea vida,
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde muero y renuncio a vivir para siempre.
Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos límites de la vida.
Este beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala,
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un crepitar de la luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.
SE QUERÍAN
Autor: Vicente Alexandre
Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.
Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.
Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.
Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente solo.
Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.
Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.
Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.
Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.
Federico García Lorca (1898 - 1936)
LA AURORA
La aurora de Nueva York tienecuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean en las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraísos ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
_________________________________________
en el corazón del verano.
Como pañuelos blancos de adiós viajan las nubes,
el viento las sacude con sus viajeras manos.
Innumerable corazón del viento
latiendo sobre nuestro silencio enamorado.
Zumbando entre los árboles, orquestal y divino,
como una lengua llena de guerras y de cantos.
Viento que lleva en rápido robo la hojarasca
y desvía las flechas latientes de los pájaros.
Viento que la derriba en ola sin espuma
y sustancia sin peso, y fuegos inclinado.
Se rompe y se sumerge su volumen de besos
combatido en la puerta del viento del verano.
_____________________________________________
El paisaje de
tus ojos
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.
Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.
Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.
El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.
Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.
Ritual de los relojes
______________________________________
Como tú
Autor. Roque Dalton
Yo como tú
amo el amor,
la vida,
el dulce encanto de las cosas
el paisaje celeste de los días de enero.
También mi sangre bulle
y río por los ojos
que han conocido el brote de las lágrimas.
Creo que el mundo es bello,
que la poesía es como el pan,
de todos.
Y que mis venas no terminan en mí,
sino en la sangre unánime
de los que luchan por la vida,
el amor,
las cosas,
el paisaje y el pan,
la poesía de todos
a tus ojos oceánicos.
Allí se estira y arde en la más alta hoguera
mi soledad que da vueltas los brazos como un
náufrago.
Hago rojas señales sobre tus ojos ausentes
que olean como el mar a la orilla de un faro.
Solo guardas tinieblas, hembra distante y mía,
de tu mirada emerge a veces la costa del espanto.
Inclinado en las tardes echo mis tristes redes
a ese mar que sacude tus ojos oceánicos.
Los pájaros nocturnos picotean las primeras estrellas
que centellean como mi alma cuando te amo.
Galopa la noche en su yegua sombría
desparramando espigas azules sobre el campo.
Alta hora de la noche
Autor: Roque Dalton
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendrá la muerte y el reposo.
Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.
Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto
desde la oscura tierra vendría por tu voz.
No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre,
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.
Somos cómplices extraños
de un recuerdo inescrutable
la nostalgia nos encierra
en un ámbito de espera
Ay! esta noche eterna
este pálido rito de miedo
que nos mira
soledad que asedia
brecha por donde asoma
el olvido
Fósil o cuerpo sin aliento somos
huellas de una mirada
que se apaga
sueño en vela
domingo a solas
precipicio incólume de tardes
sin venturas
ya no hay fábulas para decir a los niños
ni rumores ni cuentos ni regalos
el día nos deja sin tiempo
y sin historia
Espacio vacío en que me encuentro
eres
lugar de sombras
verso olvidado en la bruma del sueño
y el silencio
vértigo travieso que entristece
Sólo el poema nos queda
desvarío y ansia de lo que somos
nos une
niebla de luz
ser exaltado en el sueño y la pasión
magia velada y trastocada que no cesa
Mi voz se pierde en ese hechizo
inexplicable
para inventarte en otro mundo ajeno
con otra sombra otra imagen y otro acento.
_____________________________________________________
estival, el velero de las rosas dirijo,
torcido hacia la muerte del delgado día,
cimentado en el solido frenesí marino.
Pálido y amarrado a mi agua devorante
cruzo en el agrio olor del clima descubierto.
aún vestido de gris y sonidos amargos,
y una cimera triste de abandonada espuma.
Voy, duro de pasiones, montado en mi ola única,
lunar, solar, ardiente y frío, repentino,
dormido en la garganta de las afortunadas
islas blancas y dulces como caderas frescas.
Tiembla en la noche húmeda mi vestido de besos
locamente cargado de eléctricas gestiones,
de modo heroico dividido en sueños
y embriagadoras rosas practicándose en mí.
Aguas arriba, en medio de las olas externas,
tu paralelo cuerpo se sujeta en mis brazos
como un pez infinitamente pegado a mi alma
rápido y lento en la energía subceleste.
Autor: Mario Benedetti
Una mujer desnuda y en lo oscuro
tiene una claridad que nos alumbra
de modo que si ocurre un desconsuelo
un apagón o una noche sin luna
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda
una mujer desnuda y en lo oscuro
genera un resplandor que da confianza
entonces dominguea el almanaque
vibran en su rincón las telarañas
y los ojos felices y felinos
miran y de mirar nunca se cansan
una mujer desnuda y en lo oscuro
es una vocación para las manos
para los labios es casi un destino
y para el corazón un despilfarro
una mujer desnuda es un enigma
y siempre es una fiesta descifrarlo
una mujer desnuda y en lo oscuro
genera una luz propia y nos enciende
el cielo raso se convierte en cielo
y es una gloria no ser inocente
una mujer querida o vislumbrada
desbarata por una vez la muerte.
Estados de ánimo
A veces me siento como un águila en el aire ...
(A propósito de una canción de de Pablo Milanés)
MARIO BENEDETTI
Unas veces me siento
como pobre colina,
y otras como montaña
de cumbres repetidas,
unas veces me siento
como un acantilado,
y en otras como un cielo
azul pero lejano,
a veces uno es
manantial entre rocas,
y otras veces un árbol
con las últimas hojas,
pero hoy me siento apenas
como laguna insomne,
con un embarcadero
ya sin embarcaciones,
una laguna verde
inmóvil y paciente
conforme con sus algas
sus musgos y sus peces,
sereno en mi confianza
confiando en que una tarde,
te acerques y te mires..
te mires al mirarme
No te salves
MARIO BENEDETTI
No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.
__________________________________
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.
Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto como un viaje.
Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.
Rostro de vos
Tengo una soledad
tan concurrida
tan llena de nostalgias
y de rostros de vos
de adioses hace tiempo
y besos bienvenidos
de primeras de cambio
y de último vagón.
Tengo una soledad
tan concurrida
que puedo organizarla
como una procesión
por colores
tamaños
y promesas
por época
por tacto y por sabor.
Sin un temblor de más,
me abrazo a tus ausencias
que asisten y me asisten
con mi rostro de vos.
Estoy lleno de sombras
de noches y deseos
de risas y de alguna maldición.
Mis huéspedes concurren,
concurren como sueños
con sus rencores nuevos
su falta de candor.
Yo les pongo una escoba
tras la puerta
porque quiero estar solo
con mi rostro de vos.
Pero el rostro de vos
mira a otra parte
con sus ojos de amor
que ya no aman
como víveres
que buscan a su hambre
miran y miran
y apagan la jornada.
Las paredes se van
queda la noche
las nostalgias se van
no queda nada.
Ya mi rostro de vos
cierra los ojos.
Y es una soledad
tan desolada.
Mi amante
Autor: Alí Chumacero
Desnuda, mi funesta amante
de piel vencida y casta como deshabitada,
sacudes sobre el lecho voces
y ternuras contrarias a mis manos,
y un crepúsculo escucho entre tu cuerpo
cuando al caer en ti agonizo
en un nacer marchito, sin el duelo
comparable al temor de tu agonía.
Contigo transparento la caída
de un alud o huracán de rosas:
suspiros de manzanas en tumulto
diciéndome que el hombre está vencido,
confuso en amarguras y vacías miradas.
En ti respondo al mundo, y en tu cuerpo
respiro ese sabor de los sepulcros;
una noche no más, y tu mirada
persiste, implora y vence entre mis ojos,
decidida a una lucha prolongada
donde el recuerdo se convierte
en esa área languidez del pensamiento,
como materia de tus ojos mismos.
Lloras a veces arrojando
fúnebres aguas de perfume ciego,
como si desprendida de una antigua idea
vinieras hasta mí, tan clara
como un ángel dormido en el espacio,
a dejar evidencia, luz y vida;
y en tus lágrimas miro surgir tu suave piel
como si en ellas prolongaras
o hicieras más probable tu existencia,
derramando el aroma de tu sueño
sobre esta soledad de tu desnudo.
Presencia
Autora: Rosario Castellanos
Algún día lo sabré. Este cuerpo que ha sido
Mi albergue, mi prisión, mi hospital, es mi tumba.
Esto que uní alrededor de un ansia,
De un dolor, de un recuerdo,
Desertará buscando el agua, la hoja,
La espora original y aun lo inerte y la piedra.
Este nudo que fui (inextricable
De cóleras, traiciones, esperanzas,
Vislumbres repentinos, abandonos,
Hambres, gritos de miedo y desamparo
Y alegría fulgiendo en las tinieblas
Y palabras y amor y amor y amores)
Lo cortarán los años.
Nadie verá la destrucción. Ninguno
Recogerá la página inconclusa.
Entre el puñado de actos
Dispersos, aventados al azar, no habrá uno
Al que pongan aparte como a perla preciosa.
Y sin embargo, hermano, amante, hijo,
Amigo, antepasado,
No hay soledad, no hay muerte
Aunque yo olvide y aunque yo me acabe.
Hombre, donde tú estás, donde tú vides
Permaneceremos todos.
_____________________________________________
el atlas blanco de tu cuerpo.
Mi boca era una araña que cruzaba escondiéndose.
En ti, detrás de ti, temerosa, sedienta.
Historias que contarte a la orilla del crepúsculo,
muñeca triste y dulce, para que no estuvieras triste.
Un cisne, un árbol, algo lejano y alegre.
El tiempo de las uvas, el tiempo maduro y frutal.
Yo que viví en un puerto desde donde te amaba.
La soledad cruzada de sueño y de silencio.
Acorralado entre el mar y la tristeza.
Callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles.
Entre los labios y la voz, algo se va muriendo.
Algo con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido.
Así como las redes no retienen el agua.
Muñeca mía, apenas quedan gotas temblando.
Sin embargo, algo canta entre estas palabras fugaces.
Algo canta, algo sube hasta mi ávida boca.
oh poder celebrarte con todas las palabras de alegría.
Cantar, arder, huir, como un campanario en las manos de un loco.
Triste ternura mía, qué te haces de repente?
Cuando he llegado al vértice más atrevido y frío
mi corazón se cierra como una flor nocturna.
Amor de frutas
Autora: GIOCONDA BELLI
Déjame que esparza
manzanas en tu sexo
néctares de mango
carne de fresas;
Tu cuerpo son todas las frutas.
Te abrazo y corren las mandarinas;
te beso y todas las uvas sueltan
el vino oculto de su corazón
sobre mi boca.
Mi lengua siente en tus brazos
el zumo dulce de las naranjas
y en tus piernas el promegranate
esconde sus semillas incitantes.
Déjame que coseche los frutos de agua
que sudan en tus poros:
Mi hombre de limones y duraznos,
dame a beber fuentes de melocotones y bananos
racimos de cerezas.
Tu cuerpo es el paraíso perdido
del que nunca jamás ningún Dios
podrá expulsarme.
Áspera textura del viento
Autora: GIOCONDA BELLI
Nacida de la selva me tomaste
arisca yegua para estribos y albardas.
Durante muchas noches
nada se oyó
sino el chasquido del látigo
el rumor del forcejeo
las maldiciones
y el roce de los cuerpos
midiéndose la fuerza en el espacio.
Cabalgamos por días sin parar
desbocados corceles del amor
dando y quitando,
riendo y llorando
-el tiempo de la doma
el celo de los tigres-
No pudimos con la áspera textura de los vientos.
Nos rendimos ante el cansancio
a pocos metros de la pradera
donde hubiéramos realizado
todos nuestros encendidos sueños.
que yo fuese: un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes,
y mis pies, planos sobre la tierra promisora
no resistían caminar hacia atrás,
y seguían adelante, adelante,
burlando las cenizas
para alcanzar el beso de los senderos nuevos.
A cada paso adelantado en mi ruta hacia el frente
rasgaba mis espaldas el aleteo desesperado
de los troncos viejos.
Pero la rama estaba desprendida para siempre,
y a cada nuevo azote la mirada mía se separaba más
y más y más de los lejanos horizontes aprendidos:
y mi rostro iba tomando la espresión que le venía
de adentro, la expresión definida que asomaba
un sentimiento de liberación íntima;
un sentimiento que surgía del equilibrio sostenido
entre mi vida y la verdad del beso de los senderos nuevos.
Ya definido mi rumbo en el presente,
me sentí brote de todos los suelos de la tierra,
de los suelos sin historia, de los suelos sin porvenir,
del suelo siempre suelo sin orillas
de todos los hombres y de todas las épocas.
Y fui toda en mí como fue en mí la vida…
Yo quiese ser como los hombres quisieron que yo fuese:
un intento de vida; un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes;
cuando ya los heraldos me anunciaban
en el regio desfile de los troncos viejos, se me torció el
deseo de seguir a los hombres,
y el homenaje se quedó esperándome.
Íntima
Autora: Julia de Burgos
Se recogió la vida para verme pasar.
Me fui perdiendo átomo por átomo de mi carne
y fui resbalándome poco a poco al alma.
Peregrina en mí misma, me anduve un largo instante.
Me prolongué en el rumbo de aquel camino errante
que se abría en mi interior,
y me llegué hasta mí, íntima.
Conmigo cabalgando seguí por la sombra del tiempo
y me hice paisaje lejos de mi visión.
Me conocí mensaje lejos de la palabra.
Me sentí vida al reverso de una superficie de colores y formas.
Y me vi claridad ahuyentando
la sombra vaciada en la tierra desde el hombre.
--------
Ha sonado un reloj la hora escogida de todos.
¿La hora? Cualquiera. Todas en una misma.
Las cosas circundantes reconquistan color y forma.
Los hombres se mueven ajenos a sí mismos
para agarrar ese minuto índice
que los conduce por varias direcciones estáticas.
Siempre la misma carne apretándose muda a lo ya hecho.
Me busco. Estoy aún en el paisaje lejos de mi visión.
Sigo siendo mensaje lejos de la palabra.
La forma que se aleja y que fue mía un instante
me ha dejado íntima.
Y me veo claridad ahuyentando la sombra vaciada en la tierra desde el hombre.
Los amorosos
AUTOR…Jaime Sabines
Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.
Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.
Por Claribel Díaz
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
Cesare Pavese
Me acecha la muerte en tu mirada
ahora en el instante del absurdo
ahora que mi boca dibuja tu silueta
y te desnuda
es bruma mi ser
Trémula en tu vértice hueco
soy imagen despoblada
piel habitada por un cuerpo
que se escurre
verdad que se escinde en la ausencia
y en la levedad de un rostro que tiembla
Vuelo y no alcanzo el espacio de tu risa
ni la plenitud que mi cuerpo atrapa
quédate en lo vivido a explorar mis días
si la suerte olvida nuestro eco
átate a mi espalda
y bordéame despacio
aspírame
como quien absorbe el recuerdo en una huella
Nadie nos aguarda ahí afuera
nadie
ni los sueños
ni el poema
quizá sombras
y la desvelada prisa
de la espera.
Piedra de sol
La treizième revient… c'est encor la première;
et c'est toujours la seule —ou c'est le seul moment;
car es-tu reine, ô toi, la première ou dernière?
es-tu roi, toi le seul ou le dernier amant?
-Gérard de Nerval (Arthémis)
Un sauce de cristal, un chopo de agua, un caminar entre las espesuras una presencia como un canto súbito, voy entre galerías de sonidos, voy por tu cuerpo como por el mundo, vestida del color de mis deseos voy por tu talle como por un río, corredores sin fin de la memoria, a la salida de mi frente busco, busco sin encontrar, escribo a solas, busco una fecha viva como un pájaro, tigre color de luz, pardo venado escritura de fuego sobre el jade, rostro de llamas, rostro devorado, no hay nada frente a mí, sólo un instante sólo un instante mientras las ciudades, mientras el tiempo cierra su abanico oh vida por vivir y ya vivida, frente a la tarde de salitre y piedra no hay nada en mí sino una larga herida, miradas enterradas en un pozo, ¡caer, volver, soñarme y que me sueñen Madrid, 1937, todo se transfigura y es sagrado, amar es combatir, si dos se besan mejor la castidad, flor invisible sigo mi desvarío, cuartos, calles, no pasa nada, callas, parpadeas la mandíbula rota entre las manos-, -no pasa nada, sólo un parpadeo -¿la vida, cuándo fue de veras nuestra?, Eloísa, Perséfona, María, puerta del ser, despiértame, amanece, puerta del ser: abre tu ser, despierta, quiero seguir, ir más allá, y no puedo: Libertad bajo palabra, 1957 |
No hay comentarios:
Publicar un comentario